Valores Culturales de Schwartz

Los Valores Humanos en
el Nivel de las Culturas

Cultura PolíticaJosé Eduardo Jorge

Concepto de Cultura en Schwartz. Los valores subyacentes en las instituciones sociales. Los problemas sociales fundamentales y las posibles respuestas de la sociedad. La estructura de valores culturales derivada de éstas. Evidencia empírica de la teoría. El mapa cultural mundial de países. Regiones culturales del mundo. Valores culturales y democratización. El papel de la Autonomía Individual y el Igualitarismo. Ir a la Parte 1: La Teoría de los Valores de Schwartz

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La cultura como variable latente

Con posterioridad a la teoría de la posmodernización de Ronald Inglehart, que postula la emergencia de un sistema de valores de autoexpresión o emancipación en la sociedad posindustrial, Schwartz desarrolló su propia teoría de los valores en el nivel de las culturas (Schwartz, 2006a, 2007, 2009).

Mientras la teoría de Inglehart surgió en el campo de la sociología y la ciencia política, la de Schwartz emergió directamente de sus estudios de psicología social sobre las diferencias de prioridades de valor en el nivel de los individuos y sus efectos sobre las actitudes y la conducta.

La teoría distingue siete orientaciones culturales de valor, que forman tres dimensiones. Schwartz sostiene que “al costo de una complejidad mayor que las otras teorías”, la suya permite “una caracterización más refinada de las culturas” (Schwartz, 2006a).

Schwartz concibe la cultura como una variable latente, que solo puede medirse a través de sus manifestaciones: significados, creencias, prácticas, símbolos, normas y valores (Schwartz, 2009). Es posible que los “énfasis subyacentes de valor” que prevalecen en la sociedad sean el rasgo más central de una cultura: ellos darían coherencia al conjunto de manifestaciones.

La cultura, para Schwartz, está “fuera” del individuo, no en su “mente y acciones”. Se refiere a las “presiones” a las que están expuestos los individuos por el hecho de vivir en un sistema social. En términos psicológicos, las presiones culturales consisten en estímulos que el individuo encuentra frecuentemente y que dirigen su atención, por ejemplo, a lo material o lo espiritual, lo grupal o lo individual, etc.

Desde el punto de vista sociológico, esas presiones son las expectativas que halla la persona cuando ejerce roles en las instituciones sociales (en la escuela, por ejemplo, los niños se encontrarán con que los maestros esperan que aprendan de memoria, o bien que cuestionen y propongan ideas).

“La frecuencia de determinados estímulos, expectativas y prácticas admitidas en la sociedad expresan énfasis normativos de valor subyacentes, que están en el corazón de la cultura” (Schwartz, 2009, p. 128). Un énfasis de valor en la obediencia se expresa en frecuentes estímulos y expectativas que inducen conductas generalizadas de conformidad.

El modo en que las instituciones sociales están organizadas, así como sus políticas y sus prácticas cotidianas, constituyen estímulos y expectativas que expresan énfasis de valor subyacentes. Educar a los niños en el logro, basar la economía en la competencia y el sistema legal en la confrontación, traducen énfasis de valor que promueven el éxito y la ambición.

Esta visión de la cultura contrasta con la que la concibe como una variable psicológica. La segunda ve la cultura como creencias, valores y conductas distribuidas según un patrón definido entre los miembros de la sociedad. Para Schwartz, la cultura influye en esa distribución a través de las presiones y expectativas a las que los individuos están expuestos.

Dado que las orientaciones de valor prevalecientes representan ideales, ellas promueven la coherencia entre los diversos aspectos de la cultura. Los rasgos culturales que son incompatibles con los valores generan tensión y despiertan críticas y presiones para el cambio.

Las culturas, sin embargo, no son totalmente coherentes. En toda sociedad hay subgrupos con valores conflictivos y, cuando las relaciones de poder entre estos grupos cambian, también lo hacen las orientaciones culturales predominantes. El cambio cultural, sin embargo, es lento.

Schwartz señala también que los énfasis de valor cambian mediante la adaptación social a epidemias, avances tecnológicos, riqueza creciente, contacto con otras culturas, guerras y otros “factores exógenos” (Ibíd.).

Las presiones –estímulos y expectativas- de la cultura sobre el individuo muestran asimismo variaciones sistemáticas según su ubicación en la sociedad. Schwartz observa que los miembros del “grupo dominante” de una sociedad comparten muchas experiencias relevantes para los valores: ellos son socializados para asumir como naturales los valores que están implícitos en el funcionamiento de las instituciones sociales.

Ningún individuo, empero, experimenta la presión total de la cultura ni puede ser plenamente consciente de la cultura latente de la sociedad. Cada individuo, además, tiene experiencias únicas –y una única personalidad y herencia genética-, de modo que la distribución de los valores en la sociedad presenta obviamente diferencias individuales. Las orientaciones culturales de valor prevalecientes en una sociedad constituyen la importancia promedio que los miembros individuales asignan a los distintos valores (Schwartz, 2009, p. 131).

La Estructura de Valores en el Nivel de la Sociedad

Todas las sociedades enfrentan ciertos problemas básicos para regular la actividad de sus miembros. Los énfasis de valor de una sociedad evolucionan a medida que ésta genera respuestas preferidas para resolver esos problemas.

Schwartz parte de tres problemas clave y deduce teóricamente de ellos otras tantas “dimensiones”, basadas en las posibles respuestas de la sociedad (Schwartz, 1994). Las “orientaciones culturales de valor” ubicadas en los polos de esas dimensiones son tipos ideales weberianos. En la práctica, los grupos culturales toman ubicaciones variables a lo largo de las dimensiones.

Los tres problemas societales fundamentales postulados por Schwartz son:

  1. ¿Cómo definir la naturaleza de las relaciones y límites entre la persona y el grupo? ¿En qué medida las personas son autónomas o están inmersas en su grupo?
  2. ¿Cómo garantizar que las personas actúen de un modo responsable, que preserve el tejido social? Los individuos deben trabajar de un modo productivo para la sociedad, en lugar de rehusar su esfuerzo o competir en forma destructiva. Es preciso inducirlos a manejar las interdependencias, tener en cuenta el bienestar de los otros y coordinar con ellos.
  3. ¿Cómo regular el tratamiento que hacen las personas de los recursos humanos y naturales?

Las posibles soluciones al primer problema (a) generan una dimensión cuyos polos son Autonomía versus Inmersión en el Grupo («Embeddedness»)En las culturas que enfatizan la Autonomía, los individuos son concebidos como entidades autónomas: se les estimula a desarrollar y expresar sus propias preferencias, ideas y capacidades, y a encontrar significado en su carácter único.

Schwartz distingue dos clases de autonomía. La Autonomía Intelectual incentiva a los individuos a tener ideas independientes. “Amplitud mental”, “curiosidad”, “creatividad”, son valores importantes en estas culturas. La Autonomía Afectiva incita a los individuos a perseguir por sí mismos experiencias afectivas positivas. Valores relevantes son “placer”, “vida excitante”, “vida variada”.

Figura 4 – Modelo Teórico de Orientaciones
Culturales de Valor de Schwartz

Valores Culturales de Schwartz

Fuente: José Eduardo Jorge (2016). Elaboración propia a partir de Schwartz (2009 y 2006a)

Las culturas basadas en la Inmersión en el Grupo conciben a las personas como entidades subsumidas en la colectividad. Se espera que el individuo encuentre significado en la vida en la identificación con el grupo, las relaciones sociales, un modo de vida compartido y los objetivos compartidos.

Este tipo de culturas pone énfasis en mantener el statu quo e inhibir acciones que puedan erosionar la solidaridad interna del grupo y el orden tradicional. Ejemplos de valores son “orden social”, “respeto por la tradición”, “seguridad”, “obediencia”.

Las soluciones alternativas al segundo problema (b) dan lugar a la dimensión bipolar Igualitarismo versus Jerarquía. La primera induce a los individuos a reconocer moralmente a los demás como iguales, que comparten intereses básicos en tanto seres humanos, así como a cooperar y sentir preocupación por el bienestar de todos. Se espera que las personas actúen en beneficio de otros por propia decisión. “Igualdad”, “justicia social”, “responsabilidad”, “ayudar”, “honestidad”, están entre los valores importantes.

Las culturas jerárquicas descansan, para asegurar conductas responsables y productivas, en sistemas sociales jerárquicos de roles adscriptos. La distribución desigual del poder, los recursos y los roles es vista como legítima e incluso deseable. Los individuos son socializados para ver como algo natural el reparto jerárquico de los roles, cumplir las reglas y obligaciones asociadas a sus roles, mostrar deferencia a sus superiores y esperar deferencia de sus subordinados. Valores centrales son “poder social”, “autoridad”, “humildad” y “riqueza”.

En relación con el tercer problema (c), la respuesta cultural que Schwartz llama Armonía pone el acento en la concordancia con el mundo social y natural, tratando de apreciarlo y aceptarlo en lugar de cambiarlo, dirigirlo o explotarlo. “Mundo de paz”, “unidad con la naturaleza”, “protección del medio ambiente”, son ejemplos de valores.

El polo opuesto, Dominio («Mastery»), estimula la auto-afirmación activa del individuo para dominar, dirigir y cambiar el ambiente social y natural a fin de alcanzar objetivos personales y grupales. “Ambición”, “éxito”, “audacia”, “autosuficiencia”, “competencia”, son especialmente importantes.

La estructura implica relaciones de compatibilidad y conflicto entre los valores. El énfasis social en un polo determinado de una dimensión está acompañado de una falta de énfasis en el polo opuesto, con el que tiende a estar en conflicto. Según Schwartz, la cultura norteamericana enfatiza el Dominio y la Autonomía Afectiva y pone poco el acento en la Armonía. Las de China e Irán, acentúan la Jerarquía y la Inmersión en el Grupo, pero no el Igualitarismo y la Autonomía Intelectual (Ibíd., p. 130).

Las relaciones de compatibilidad derivan del hecho de que algunas orientaciones tienen supuestos comunes y, por lo tanto, generan expectativas sociales similares. Igualitarismo y Autonomía Intelectual comparten el supuesto de que las personas pueden y deben ser responsables de sus propias acciones y tomar decisiones basadas en su propia comprensión de los hechos. Las dos orientaciones se observan habitualmente juntas, como en Europa Occidental.

La Inmersión en el Grupo y la Jerarquía tienen en común la idea de que los roles de las personas en la colectividad y sus obligaciones para con ésta son más importantes que sus propias ideas y aspiraciones. Ambas orientaciones están arraigadas en el Sudeste Asiático.

Los supuestos compartidos y opuestos de los valores culturales generan una estructura circular de relaciones entre ellos. Las orientaciones culturales compatibles son adyacentes en el círculo; las incompatibles se hallan distantes.

Evidencia empírica de las orientaciones culturales

Schwartz ha contrastado empíricamente la estructura teórica de valores culturales de la Figura 4 mediante datos recopilados en un gran número de países con la Schwartz Values Survey (SVS). Este instrumento consiste en una lista de 56 ó 57 ítems que se presentan al entrevistado. Se trata de una lista de valores abstractos (justicia social, humildad, creatividad, orden social, placer, ambición, etc.), cada uno seguido de una frase que especifica su significado. El encuestado indica en una escala la importancia de cada ítem de valor como “un principio guía en mi vida”.

El análisis de escalamiento multidimensional (MDS) dentro de cada país ha mostrado que 46 de estos 57 ítems tienen un significado “razonablemente equivalente” en las diferentes culturas (Schwartz, 2009, p. 131). La teoría de los valores culturales es contrastada usando estos 46 ítems.

Los resultados aquí expuestos, que apoyan la validez de la teoría de las 7 orientaciones de valor y sus interrelaciones, proceden de datos reunidos con la SVS entre 1988 y 2005. Comprenden en total 88 muestras de maestros de 64 “grupos culturales”, 132 muestras de estudiantes universitarios de 77 grupos y 16 muestras representativas de alcance regional o nacional de 13 países.

Schwartz destaca que la mayoría de las muestras proceden del “grupo dominante mayoritario”, pero que en algunos países “heterogéneos” se tomaron muestras separadas de “grupos minoritarios grandes”. La base de datos resultante incluye 55.000 encuestados de 72 países y 81 grupos culturales.

Para cada muestra, Schwartz calculó el valor medio de cada ítem de valor. Mediante este procedimiento, la unidad de análisis es la muestra, es decir, el país o nivel cultural, no el individuo. El siguiente paso fue calcular las correlaciones de esos promedios de cada ítem entre las muestras. Estas correlaciones reflejan la manera en que los valores co-varían en el nivel de las culturas.

Un análisis MDS de estas correlaciones entre las medias de las muestras permite evaluar si los datos apoyan o no la teoría. Los resultados de la Figura 5 incluyen 233 muestras y 81 grupos culturales.

Figura 5 – Evidencia Empírica de las 7 Orientaciones de Valor
233 muestras en 81 Grupos Culturales – Análisis MDS

Valores Culturales de Schwartz Datos Empíricos
Fuente: José Eduardo Jorge (2017). Elaboración propia a partir de Schwartz, 2009, p. 132. Click en la imagen para agrandar

El gráfico es una proyección bidimensional del patrón de inter-correlaciones entre los valores. Cada punto representa la posición de un valor, de modo que dos valores están más cerca cuanto más positiva es la correlación entre ellos, y más lejos cuanto menos positiva es ésta.

La estructura circular del modelo teórico implica que cada una de las tres grandes orientación de valor se halla próxima o adyacente a aquellas con las que es compatible y distante (u opuesta) de aquellas con las que está en conflicto. La evidencia empírica sustenta ampliamente esta formulación.

Mapa Cultural Mundial

Los países, nota Schwartz, “raramente son sociedades homogéneas con una cultura unificada” (2009, p. 134). Dado que la mayor parte de los datos de la SVS procede de grupos específicos –maestros y estudiantes-, es importante establecer si las muestras tomadas de diferentes grupos dentro de un mismo país arrojan los mismos resultados para las orientaciones de valor en el nivel cultural.

Las elevadas correlaciones observadas en cada sociedad entre los valores de maestros de distintas edades, estudiantes de ambos sexos y aún entre maestros y estudiantes, permiten concluir a Schwartz que los países con “unidades culturales significativas”.

El mapa cultural mundial de la Figura 6 está basado en los puntajes combinados de las muestras de maestros y estudiantes.[1] Las líneas de puntos –“vectores”- muestran en qué dirección aumentan los puntajes de cada orientación. La posición de cada país o grupo cultural en una orientación dada puede determinarse trazando una línea perpendicular desde el punto que representa a ese país hasta la línea del vector.

Figura 6 – Mapa Cultural Mundial: Posición de los Países
en la Estructura de 7 Orientaciones Culturales

Mapa Cultural de Schwartz: Países
Fuente: José Eduardo Jorge (2017). Elaboración propia a partir de Schwartz, 2009, p. 135. Click en la imagen para agrandar

Los perfiles de la mayoría de los países, remarca Schwartz, reflejan la coherencia de la estructura teórica de las dimensiones culturales. Los perfiles que son altos en una orientación polar son normalmente bajos en la orientación polar opuesta y exhiben niveles similares de importancia relativa para las orientaciones adyacentes.

El autor ilustra este hecho con el ejemplo de China. Esta cultura, comparada con las demás, es “muy alta” tanto en Jerarquía como en la orientación adyacente de Dominio, pero “muy baja” en las orientaciones opuestas, también adyacentes, de Igualitarismo y Armonía.

Examinando el perfil cultural de un país en todas las orientaciones, vemos que Suecia, por ejemplo, enfatiza con fuerza la Armonía, la Autonomía Intelectual y el Igualitarismo. En forma más moderada, acentúa la Autonomía Afectiva. En cambio, es bajo el énfasis en a Inmersión y muy bajo en Dominio y Jerarquía.

En Zimbabwe, por el contrario, el énfasis es elevado para el Dominio, la Inmersión y la Jerarquía, moderado para la Autonomía Intelectual y bajo para el Igualitarismo, la Autonomía Intelectual y la Armonía.

Dibujando límites en el mapa espacial de los países y grupos de la Figura 5 surgen 8 grandes «regiones culturales» (Figura 6), que tienden a coincidir con las identificadas por Huntington (1993) sobre la base de de un análisis cualitativo.

Figura 7 – Mapa Cultural Mundial
Regiones Culturales

Mapa Cultural de Schwartz: Regiones

Los Valores Culturales y la Democracia

Schwartz ha estudiado las relaciones entre su estructura de valores en el nivel de las culturas con la que surge de las investigaciones de Inglehart y examinado los vínculos de ambos modelos con los procesos de democratización (Schwartz, 2009 y  2006a).

La dimensión bipolar de Inglehart que opone los valores de Autoexpresión o Emancipación a los de Supervivencia se traslapa en un grado significativo con dos de las dimensiones de Schwartz: Autonomía vs. Inmersión en el Grupo e Igualitarismo vs. Jerarquía.

Esto –observa Schwartz- es llamativo, dada la gran diferencia entre los indicadores y muestras utilizadas en las dos líneas de investigación. Sugiere con fuerza que tales dimensiones “capturan aspectos reales y robustos de la diferencia cultural” (2009, p. 134).

Sin embargo, también emergen diferencias importantes. Además, la dimensión Armonía vs. Dominio parece registrar facetas de la cultura que no son medidas por ninguna de las dos dimensiones de Inglehart –incluida la que opone los valores Racionales y Seculares a los Tradicionales-.

La dimensión Autoexpresión vs. Supervivencia comparte con la de Autonomía vs. Inmersión el grado en que los individuos son incentivados a expresar su carácter único y su independencia intelectual, afectiva y de comportamiento. A su vez, la primera tiene en común con la dimensión Igualitarismo vs. Jerarquía los valores de igualdad, tolerancia y confianza.

Schwartz destaca el caso de Japón para subrayar algunas de las diferencias entre las dos teorías. Este país presenta un grado bajo de igualitarismo, pero moderadamente alto de autoexpresión. Si bien las relaciones sociales están organizadas en términos de roles jerárquicos, los valores de emancipación parecen reflejar el impacto producido en la cultura japonesa de una avanzada economía de servicios y de elevados niveles de riqueza y educación.

Las dimensiones de Schwartz enfatizarían en mayor proporción que las de Inglehart los aspectos “normativos” de la cultura. Están enfocadas en “los modos en que se espera que las personas piensen, sientan y actúen para que la sociedad funcione adecuadamente”. Reflejan “las preferencias normativas basadas en valores que se usan para justificar las políticas organizacionales y sociales, y que se hallan implícitas en la forma en que las instituciones sociales están organizadas” (Ibíd.).

A partir de datos de 73 países, Schwartz ha examinado la relación entre sus valores culturales, la democracia y el desarrollo económico. Los datos sobre valores son de mediados de los 90. Los de las otras dos variables provienen de tres puntos temporales: mediados de los 80 y los 90 y primeros años del nuevo siglo (Schwartz, 2006a). Combinar datos de diferentes momentos del tiempo –puntualiza Schwartz- no representa un problema, debido a la gran estabilidad de la estructura de valores en el nivel de la sociedad.

Como esperaríamos, tanto el nivel de democracia –medido a través del índice de derechos políticos y libertades civiles de Freedom House- como los indicadores de desarrollo muestran, en los tres puntos de tiempo, una elevada correlación positiva con los valores de Autonomía e Igualitarismo. Es débil, en cambio, la relación de ambas variables con la dimensión Armonía vs. Dominio.

A fin de inquirir los vínculos causales, Schwartz efectuó un path analysis en que la variable a predecir era el nivel de democracia en los 2000s. Los predictores eran los valores de Autonomía e Igualitarismo y el nivel de democracia –todos en 1995-, así como el nivel de desarrollo económico en 1993. También se indagaron los posibles efectos del nivel de democracia en 1985.

Los resultados apoyan las hipótesis centrales de la teoría de la posmodernización (Inglehart, 1997 y 1990; Inglehart y Welzel, 2005). Las dos orientaciones de valor a mediados de los 90 predicen los cambios en el nivel de democracia entre ese punto temporal y principios del siglo XXI. El desarrollo económico en 1993 predice los valores en 1995, cosa que no ocurre con el nivel de democracia en 1985.

Esta secuencia causal es la misma que la observada por Inglehart y Welzel utilizando en el análisis otro sistema de valores: el desarrollo económico afecta los valores y éstos, a su turno, influyen sobre el nivel de democracia. Los valores operan como una variable mediadora entre el desarrollo y la democratización. Por otro lado, el nivel de democracia en un momento del tiempo no afecta los valores de un momento posterior, una vez que se descuenta el efecto del desarrollo económico.

Schwartz avanza además sobre una cuestión no bien dilucidada por la teoría de la posmodernización: ¿Tienen los valores una influencia recíproca sobre el desarrollo económico? Su respuesta es positiva. Un segundo path analysis revela que, si el desarrollo económico en 1993 predice las dos orientaciones de valor en 1995, los valores de Autonomía en 1995 –pero no los de Igualitarismo (ni el nivel de democracia en 1995)- contribuyen a predecir el nivel de desarrollo en 2004.

José Eduardo Jorge
Artículo ampliado por el autor en Julio de 2017
Primera Versión: Marzo de 2016

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Cambio Cultural
Cultura Política Argentina

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Enlaces Externos

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Más Publicaciones Académicas

José Eduardo Jorge (2010): Cultura Política y Democracia en Argentina, Edulp, La Plata.

José Eduardo Jorge (2016): Teoría de la Cultura Política. Enfocando el Caso ArgentinoQuestion, 1(49), pp. 300-321

José Eduardo Jorge (2015): La Cultura Política Argentina: una Radiografía, Question, 1(48), pp. 372-403.

NOTAS

[1] Schwartz centró los puntajes de cada país (o grupo cultural) en cada una de las 7 orientaciones de valor alrededor del promedio nacional (o del grupo cultural) del conjunto de orientaciones. Esto dio a cada país o grupo un “perfil cultural” que refleja la importancia relativa de las 7 orientaciones. Calculó luego una “matriz de distancias culturales” entre todos los pares de países o grupos culturales. La distancia es la suma de las diferencias absolutas entre los pares de grupos en cada una de las 7 orientaciones. Por ejemplo, los puntajes respectivos para China y EEUU son Armonía 3.8/3.5, Inmersión 3.7/3.7, Jerarquía 3.5/2.6, Dominio 4.4/4.2, Autonomía Afectiva 3.3/3.9, Autonomía Intelectual 4.2/4.2, e Igualitarismo 4.2/4.7. Esto arroja una distancia de 2.5. Un análisis MDS generó luego una representación espacial bidimensional de las distancias entre todos los países y grupos. Schwartz dibujó finalmente “vectores” o “líneas de regresión óptimas” en el espacio MDS (líneas punteadas de nuestra Figura 6). Éstas indican la dirección de los puntajes crecientes de cada orientación (Schwartz, 2009, p. 135).

Bibliografía

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