La Cultura, los Valores y la
Calidad de la Democracia
José Eduardo Jorge
Definición de cultura política. El papel de la cultura política en la calidad de la democracia. Origen y evolución del enfoque. Principales teorías. El progreso del campo en los años 90. Nuestra línea de trabajo desde 2001 hasta el presente
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¿Qué es la cultura política?
La cultura política comprende los valores, creencias y pautas de conducta relevantes para el proceso político que prevalecen entre los individuos y grupos de la sociedad. El creciente interés por su estudio coincide con la historia reciente de expansión de la democracia. Un conjunto definido de orientaciones culturales parece ser esencial para la estabilidad, la profundidad y la calidad del sistema, tanto como pueden serlo las cuestiones económicas y sociales, las decisiones de las elites o el contexto internacional.
No debemos imaginar la cultura política como un ente inmóvil, o una “causa” que “determina” la vida política de un país. Es una variable que mantiene relaciones complejas de interacción con la economía, la estructura social y la esfera político-institucional, aunque dentro de ese sistema de influencias se puedan discernir direcciones causales predominantes.
Al progreso de este campo contribuyeron en las últimas décadas la difusión de estudios por encuesta transnacionales y la multiplicación de estudios de caso, que han permitido reunir información sistemática sobre la cultura política de sociedades de todos los niveles de desarrollo y tradiciones culturales.
El estudio de la Cultura Política
El enfoque nació como disciplina científica hace más de medio siglo. Sobresalen los trabajos pioneros de Harry Eckstein (1961 y 1966), Gabriel Almond y Sidney Verba (1963), David Easton (1965) y Edward Banfield (1958). La noción resurgió en los 80, impulsada por la difusión global de la democracia (Inglehart, 1988; Eckstein, 1988; Almond y Verba, 1989). Frente a los límites del paradigma de la transitología (Carothers, 2002), la cultura política ayudaba a explicar los problemas de muchas democracias nuevas, cuya calidad no respondía a las expectativas iniciales.
Un resultado de este renovado interés fue la difusión de sondeos periódicos transnacionales que tienen entre sus objetivos la medición de aspectos centrales de la cultura política. Como producto de estas encuestas –se destacan la World Values Survey (WVS), la European Social Survey (ESS) y los Barómetros regionales-, el estudioso dispone hoy de masivas bases de datos sobre la cultura política de la mayor parte de los países del mundo –y para un número de sociedades, de series temporales de datos que empiezan en los primeros 80-.
Los avances de la corriente se hicieron notorios en los años 90. Los trabajos más influyentes de este periodo fueron los del sociólogo Ronald Inglehart (1997 y 1990) –fundador de la WVS- y el politólogo Robert D. Putnam (1993 y 2000). Entre los estudios posteriores se destacan los de Inglehart y Welzel (2005), Dalton y Welzel (2014), Welzel (2013) y Diamond (2008). Al comenzar el nuevo siglo, confluyó con estas investigaciones la teoría de Shalom H. Schwartz sobre valores humanos universales, surgida en la psicología social, que fue incorporada en 2002 a la ESS (Schwartz, 2009, 2007 y 2006).
El estudio de la cultura política es un campo interdisciplinario en el que confluyen las ciencias políticas, la sociología, la antropología, la psicología y la investigación de la comunicación de masas.
Este campo reúne hoy un conjunto interrelacionado de paradigmas teóricos, hipótesis y modelos. La teoría de la posmodernización, desarrollada por Inglehart y luego también por Christian Welzel, pone énfasis en el impacto político de los Valores de Emancipación o Autoexpresión. Las derivaciones del paradigma del capital social para la democracia fueron elaboradas por Putnam a partir de su concepto de comunidad cívica. Dentro de este mismo enfoque han surgido hipótesis alternativas a las de Putnam y un relevante subdominio de investigación centrado en el fenómeno de la confianza interpersonal.
Algunas formulaciones y análisis prolongan aspectos del modelo fundacional de la cultura cívica de Almond y Verba, así como del enfoque del sistema político de David Easton (1965), que acentúa la importancia del apoyo de los ciudadanos y de la respuesta de las instituciones a las demandas de la población para el equilibrio del régimen político. La teoría de los valores humanos básicos de Schwartz asocia la democracia con determinadas orientaciones culturales de valor.
Las diversas perspectivas teóricas convergen en la identificación de un núcleo de componentes fundamentales de la cultura política, sus relaciones con la esfera político-institucional y sus mecanismos de formación y cambio. Su foco principal es el papel de la cultura política en la emergencia, estabilidad, profundidad y efectividad de la democracia (Jorge, 2010a, pp. 67-128).
Nuestra Línea de Investigación
Este es también el objetivo de la línea de investigación desarrollada por José Eduardo Jorge a partir de 2006 dentro del Sistema de Ciencia y Técnica argentino, prolongando estudios y acciones previas realizadas desde 2001 en el ámbito institucional y de la sociedad civil.
Algunos de los últimos artículos científicos publicados son los siguientes: Justicia de Género y Valores Emancipadores. Argentina y América Latina en Perspectiva Comparada Internacional (2019),; Ni “grieta” ni “degradación moral”: un contraste empírico del relato político en Argentina (2018); Valores Democráticos para Tiempos de Crisis. Hallazgos de Dos Teorías (2018); Estado de Derecho y Valores Democráticos: las Direcciones del Cambio Cultural (2017); La Confianza Interpersonal Revela sus Misterios. ¿La Partícula de Dios? (2016); Teoría de la Cultura Política. Enfocando el Caso Argentino (2016) y La Cultura Política Argentina: una Radiografía (2015). Ver en publicaciones una lista completa de papers y ponencias científicas desde 2006 hasta el presente con los enlaces correspondientes.
Nuestra línea de investigación incluye hasta el momento iocho proyectos acreditados. Actualmente se encuentra en desarrollo el Proyecto «Economía, Valores y Campañas en el Voto de los Argentinos. El Análisis de los Determinantes de la Conducta Electoral» (Universidad Nacional de La Plata o UNLP, 2020-2021).
Los anteriores son el Proyecto P287 «La Cultura Política de la Democracia. Argentina y América Latina en Perspectiva Comparada» (UNLP, 2018-2019); el 11/P268 “Cultura Política Argentina, Confianza Social y Valores Democráticos” (UNLP, 2016-2017); el 11/P238 sobre “Comunidad Cívica y Cultura Política” (UNLP, 2014-2015); el 11/P218 (UNLP, 2012-2013) y SIB-2000 (Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires o UNNOBA, 2012-2013), ambos sobre Cultura Política y Medios de Comunicación; y el PID-P001 (UNLP, 2006-2008) y P-0415 (UNNOBA, 2009-2011), enfocados en las similitudes y diferencias de Cultura Política de las Regiones Argentinas.
Varios de estos proyectos incorporan la investigación de campo como una instancia central de la indagación. Avanzan en la elaboración e integración de teoría, el contraste de hipótesis sobre los procesos de formación y cambio de la cultura política y el estudio de la cultura política argentina y sus diferencias regionales. Nuestra línea de trabajo procura extenderse ahora a la investigación de la cultura política de otras sociedades de América Latina y su situación en el concierto global.
La hipótesis central del enfoque de la cultura política es que la democracia –y, en rigor, cualquier régimen político estable- requiere una cultura compatible que le sirva de sustento. La hipótesis de la congruencia fue formulada por primera vez por Eckstein (1961 y 1966).
La convergencia de las distintas corrientes teóricas alrededor de esta tesis no entraña la existencia de unanimidad. Hay discusión sobre cuáles son los elementos básicos de la cultura política democrática, qué relaciones mantienen entre sí y cómo se vinculan causalmente con la economía, la estructura social, la cultura y las instituciones.
¿Cómo se define la Cultura Política?
Igual que todas las nociones científicas, la de cultura política surge de una delimitación sistemática de los fenómenos observados.[1]
La cultura como tal puede ser definida de maneras diferentes e igualmente válidas en función de los objetivos del análisis. El antropólogo Clyde Kluckhohn la concebía como “la manera total de vivir de un pueblo”, o también “aquella parte del medio ambiente que ha sido creada por el hombre”. Según Ralph Linton es algo que existe “en la mente” de los miembros de la sociedad: la suma de sus ideas, reacciones emocionales y pautas de conducta compartidas. Para el psicólogo Shalom H. Schwartz, la cultura está “fuera” del individuo: se refiere a las “presiones” a las que están expuestos los individuos por el hecho de vivir en un sistema social (Schwartz, 2009).
Una definición muy amplia de la cultura no serviría a nuestros propósitos. Si la cultura abarcara todo –incluyendo las instituciones políticas y los códigos legales-, explicaría muy poco (Huntington, 2000, p. xv). Coincidiendo con este criterio, la he definido como los valores, creencias y pautas de conducta compartidas por los miembros de la sociedad (Jorge, 2010a y 2015a).
La cultura política de una sociedad es un subconjunto analítico de su cultura general. Incluye los valores, creencias y patrones de conducta compartidos que son relevantes para el proceso político. Comprende en potencia un abanico muy amplio de aspectos. Algunos son políticos en sentido estrecho: la confianza en las instituciones, el grado y los modos de participación política, el tipo de demandas que se dirigen al sistema político, etc. Otros son rasgos generales de la cultura que influyen sobre la esfera política: las ideas sobre los roles y la posición social de los géneros, el nivel de confianza interpersonal, la difusión de las normas de cooperación.
No todos estos aspectos tienen la misma importancia. Ciertos componentes de la cultura política son más centrales que otros. Por ejemplo, las opiniones de los ciudadanos a favor de la democracia –que se miden por medio de algunos indicadores habituales de apoyo-, parecen ser menos relevantes para la estabilidad y la calidad del sistema que las aspiraciones de libertad o el grado en que el respeto por los demás o tolerancia se hallan extendidos en la población (Jorge, 2010a, pp. 133-135).
Del conjunto formado por los valores, las creencias y los patrones de conducta, los primeros representan quizás el tipo de componente fundamental. Es probable que el núcleo de la cultura política de una sociedad esté constituido por un pequeño sistema de valores muy básicos. Las creencias y pautas de conducta ocuparían según esto una posición más periférica.
Schwartz (2009) observa que los “énfasis subyacentes de valor” que prevalecen en la sociedad son el rasgo más central de la cultura, pues promueven la coherencia entre sus diversas manifestaciones. La forma en que las instituciones sociales están organizadas, así como sus políticas y prácticas cotidianas, expresan énfasis de valor subyacentes. Los rasgos culturales que son incompatibles con los valores generan tensión y despiertan críticas y presiones para el cambio.
Por otro lado, el proceso político puede ser concebido de un modo amplio o restringido. Es posible circunscribirlo al juego de las instituciones formales del sistema –el ejecutivo, el parlamento, los partidos-, o verlo como una actividad continua que entraña la participación de los ciudadanos, individualmente y a través de grupos y asociaciones civiles, mediante la deliberación pública y diversos canales y mecanismos de agregación, oposición y articulación de intereses (Ibíd., p. 30). De aquí surgen potenciales variantes en la definición conceptual y operativa de democracia, así como discriminaciones más finas de los grados de democracia (Ibíd., pp. 39-53).
La política está atravesada por las cuestiones normativas. La pregunta de cuál es el “mejor” régimen político –que ya se hacen Platón y Aristóteles- no tiene una respuesta científica. Tampoco existe una definición universalmente aceptada de “democracia”, aunque la convergencia de visiones ha aumentado en las últimas décadas.
Pero la pregunta de si un régimen político, definido de un modo determinado, requiere o no de una cultura congruente, sí puede ser respondida científicamente. Una vía es realizar experimentos naturales basados en un análisis comparativo de países a partir de datos de encuesta y otras fuentes estadísticas.
Un análisis de este tipo contribuye al debate normativo, pues ayuda a esclarecer cuáles son los valores que subyacen a los diferentes tipos de regímenes políticos y a las posibles concepciones alternativas de democracia. El enfoque de la cultura política es entonces una perspectiva crítica. Al revelar los valores que están detrás de nuestras actitudes y prácticas políticas, suele confrontarnos con verdades incómodas.
Sigue: La Cultura de la Democracia
Jorge, José Eduardo (2010): Cultura Política y Democracia en Argentina,
Edulp, La Plata.
Tema ampliado: I- II – III – IV – V – VI – VII – VIII – IX– X – XI – XII – XIII – XIV – XV
Cambio Cultural
Cultura Política Argentina
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José Eduardo Jorge (2016): Teoría de la Cultura Política. Enfocando el Caso Argentino, Question, 1(49), pp. 300-321
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NOTAS
[1] Las nociones científicas adquieren su pleno significado una vez integradas a un sistema formal de conceptos e hipótesis, que busca explicar un sector de la realidad, hacer predicciones y contrastarlas empíricamente. Cuando esa estructura formal alcanza suficiente entidad, hablamos de una teoría. Las definiciones científicas entrañan asimismo un proceso de operacionalización. Partiendo de una definición conceptual o abstracta del fenómeno estudiado, vamos descendiendo en el nivel de abstracción hasta llegar a una definición operativa. Esta última consiste en una estructura de indicadores directamente observables que permiten medir en la práctica el concepto original. Distintos paradigmas científicos pueden recortar, definir y explicar el mismo sector de la realidad de maneras muy diferentes. Esto sucede en ciencias tan avanzadas como la física. Las ciencias sociales, como es sabido, se distinguen por la multiplicidad de paradigmas.