Cultura de la Legalidad

Valores Culturales en
el Estado de Derecho

José Eduardo JorgeJosé Eduardo Jorge

Cultura PolíticaEl papel de los valores en el imperio de la ley. Relación entre democracia, estado de derecho y transparencia o ausencia de corrupción. Coincidencias conceptuales y empíricas de dos de las principales teorías de los valores. Las siete orientaciones de valores culturales de Schwartz. El papel de la autonomía individual y el igualitarismo. El impacto negativo de la jerarquía y la inmersión en el grupo. El rol de los valores de emancipación o autoexpresión en la teoría de la posmodernización de Inglehart y Welzel. ¿Por qué la “democracia efectiva” se realiza a través del estado de derecho y la transparencia institucional refleja el grado en que las elites respetan los derechos de los ciudadanos? Ver: Concepto de Estado de Derecho

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Hasta ahora hemos examinado el concepto de estado de derecho y los resultados de las investigaciones empíricas sobre sus causas y efectos políticos y económicos. Al considerar las principales razones que se han propuesto para explicar la extensión de la ilegalidad en Argentina y América Latina, dejamos planteada la cuestión del papel de la cultura política, en particular de los valores, normas sociales e intereses de grupo.

Aquí profundizamos en esta última cuestión apoyándonos en el avanzado aparato conceptual de la teoría de los valores culturales de Shalom H. Schwartz y de la teoría de la posmodernización desarrollada por Ronald Inglehart y Christian Welzel.

¿Cuáles son los valores culturales que subyacen en el estado de derecho? Las variables y datos culturales que usaremos en nuestro análisis, con una muestra de hasta 83 países,- proceden de la base de la World Values Survey (WVS o Encuesta Mundial de Valores), sustento empírico de la teoría de la posmodernización.

Pero la teoría de los valores humanos de Schwartz, pese a su distinto aparato conceptual, tiene importantes convergencias con la desarrollada por Inglehart –y luego también por Welzel- y ya ha sido aplicada al estudio del estado de derecho. Nos servirás para profundizar nuestro examen y mostrar la robustez de los resultados.

SECCIONES DE ESTE INFORME

Justicia y Estado De Derecho1. ¿Qué es el Estado de Derecho?

2. Causas de la Ilegalidad en Argentina y América Latina

√ 3. Cultura de la Legalidad

4. El Estado de Derecho en Argentina
y América Latina

La teoría de Inglehart define una estructura de valores bidimensional. Las sociedades varían por su ubicación a lo largo de una dimensión cuyos polos opuestos son los valores de Supervivencia versus los de Autoexpresión o Emancipación, y de otra en que los valores Tradicionales se contraponen a los Racionales y Seculares (Inglehart y Baker, 2000; Inglehart y Welzel, 2005; Inglehart, 1997; Jorge, 2010). Las estructuras de valores en la sociedad y los individuos son equivalentes o “isomórficas” (Dobewall y Rudnev, 2014).

Schwartz plantea estructuras de valores multidimensionales, distintas en la sociedad y el individuo.  Ambas teorías convergen en la naturaleza de los valores que son congruentes con la democracia y en que éstos actúan como una variable intermedia entre el desarrollo económico y la democratización (Schwartz, 2006; Jorge, 2015).

Valores de Schwartz, Legalidad y Corrupción 

En la sociedad como un todo, Schwartz distingue siete orientaciones culturales de valor, que forman tres dimensiones (Figura 1). Este sistema es deducido teóricamente de las posibles respuestas que las sociedades deben dar a tres problemas básicos que todas afrontan para regular la conducta de sus miembros: a) cómo definir las relaciones y límites entre el individuo y el grupo; b) cómo asegurar que las personas actúen de un modo que preserve el tejido social; c) cómo regular el uso de los recursos naturales y humanos (Schwartz, 2009).

Figura 1 – Modelo Teórico de Orientaciones
Culturales de Valor de Schwartz

Valores Culturales de Schwartz
Fuente: Elaboración propia a partir de Schwartz, 2009 y 2006

Las soluciones polares a estos problemas en la estructura teórica de la Figura 1 son tipos ideales: las culturas ocupan posiciones variables a lo largo de estas dimensiones de valor.

Los datos recopilados en más de 70 países mediante la Schwartz Values Survey (SVS) administrada a muestras de maestros y estudiantes, así como en una decena de sondeos de alcance nacional, son consistentes con este sistema.

La Figura 2 refleja la posición que ocupan en el espacio de las siete grandes orientaciones los valores específicos medidos por la SVS que han mostrado tener un significado común en las diversas sociedades.

Figura 2 – Valores Culturales de Schwartz
Posición en el Sistema de 7 Orientaciones

Valores Culturales de Schwartz Datos Empíricos
Fuente: José Eduardo Jorge (2017). Elaboración propia a partir de Schwartz, 2009, p. 132. Los puntos indican la ubicación de cada valor que surge de un análisis de escalamiento multidimensional de los datos de 233 muestras en 81 grupos culturales. Ver más detalles. Click  en la imagen para agrandar

La dimensión Autonomía (Intelectual o Afectiva) versus Inmersión (“embeddedness”) concierne a las relaciones deseables entre el individuo y el grupo. Hay culturas que ven a las personas inmersas en la colectividad. Esperan que hallen significado en la vida identificándose con el grupo, actúen para mantener el statu quo e inhiban las conductas e inclinaciones que puedan afectar la solidaridad del grupo y el orden tradicional. La Figura 2 detalla los valores típicos, como “obediencia”, “orden social” y «respeto por la tradición».

En el polo opuesto, las culturas ven en las personas entes independientes, que encuentran significado en su carácter único. Las incentivan a tener ideas propias y a perseguir por sí mismas experiencias afectivas positivas. Se distingue entre autonomía intelectual y afectiva. Ejemplos de valores son «libertad», “amplitud mental”, «creatividad», “vida excitante” y «variada» y «disfrutar de la vida».

Para suscitar conductas cooperativas y productivas (problema b), las sociedades pueden usar sistemas jerárquicos de roles adscriptos. Las personas ven como natural y legítima la distribución desigual de la autoridad, el poder y los recursos. Aprenden a cumplir las reglas y obligaciones asociadas con sus roles, mostrar deferencia a sus superiores y esperarla de sus subordinados.

La solución opuesta a la Jerarquía es el Igualitarismo. Estas culturas estimulan a las personas a ver a los demás como “iguales morales”, que comparten intereses básicos; a cooperar y sentir preocupación por el bienestar de todos, y a actuar en beneficio de otros por decisión propia.

A fin de regular las relaciones con el mundo natural y humano (problema c), es posible incentivar la autoafirmación activa para controlar, cambiar o explotar el entorno (Dominio o “Mastery”), o bien estimular la aceptación, comprensión y adaptación al ambiente en lugar de controlarlo o explotarlo (Armonía).

El Mapa Cultural Mundial de la Figura 3A presenta la posición de los países en el espacio de los valoes. Dibujando límites en el mapa emergen 8 grandes “regiones culturales” (Figura 3B), que tienden a coincidir con la conocida clasificación de Huntington (1993)..

Figura 3A – Mapa Cultural Mundial de Schwartz
Posición de los Países en el Sistema de Valores Culturales

Mapa Cultural de Schwartz: Países
Fuente: José Eduardo Jorge (2017). Elaboración propia a partir de Schwartz, 2009, p. 135. Ver más detalles. Click en la imagen para agrandar.

Figura 3B – Mapa Cultural Mundial de Schwartz
Regiones Culturales

Mapa Cultural de Schwartz: Regiones

América Latina está “próxima al promedio mundial” de las siete orientaciones (Schwartz, 2009, p. 139). La región es “particularmente homogénea”, aunque Bolivia y Perú se distancian del resto del grupo hacia los polos de inmersión y jerarquía.

Schwartz recuerda que algunos autores han cdescripto a la cultura latinoamericana como «colectivista». Aquí vemos que, comparada con la de Europa Occidental, acentúa menos la autonomía intelectual y más la jerarquía y la inmersión en el grupo. Pero si la cotejamos con África, Medio Oriente y el Sur de Asia, sucede lo contrario. .

La Autonomía del Individuo y la Igualdad Moral

Según Licht, Goldschmidt y Schwartz (2007), el grado en que las “normas de gobierno” rigen en un país –el estado de derecho, el control de la corrupción y la “rendición de cuentas democrática”- depende de las orientaciones de valor que predominan en la sociedad.

La cultura es equivalente a lo que el neoinstitucionalismo llama instituciones o reglas de juego “informales”. En el largo plazo, para funcionar adecuadamente, las instituciones formales, los «modos de ejercer el poder», deben ser compatibles de un modo sistémico -«conceptualmente consistentes»- con los valores predominantes, que definen qué es lo deseable y lo «natural» en las relaciones sociales.

La cultura, al encarnar las “reglas de juego no escritas” y el sentido común de la sociedad y coordinar las expectativas de sus miembros, condiciona el desarrollo de las instituciones formales y puede servir como una de sus fuentes de motivación y justificación.

Esto sugiere que el estado de derecho, la transparencia y la rendición de cuentas democrática tienden a desarrollarse en las sociedades donde predominan la autonomía individual y el igualitarismo. Los individuos independientes necesitan, de la ley, de su extendido cumplimiento y de la justicia imparcial como una guía transparente para su acción. También el igualitarismo fomenta la igual protección ante la ley.

La corrupción es antitética al estado de derecho. Dado que implica el desprecio por la ley y por los intereses de los más débiles, es inconsistente con la autonomía y el igualitarismo y, en consecuencia, menos probable en las culturas que acentúan estas dos orientaciones.

Las normas que obligan a los gobernantes a rendir cuentas de sus acciones entrañan aspectos de la democracia representativa -como las libertades de expresión y organización, el derecho a la información y otras libertades civiles- que son centrales a la autonomía individual. El igualitarismo resalta la igualdad entre gobernantes y ciudadanos y exhorta a promover el interés de todos sin distinción de estatus.

Es más improbable que estos tres tipos de normas de gobierno prosperen en culturas jerárquicas que ven al individuo como un ente inmerso en el grupo. En estas sociedades la conducta y las obligaciones son más “contextuales” y menos sujetas a reglas generales. Quien las hace cumplir es la comunidad.

Los valores de obediencia y respeto por la tradición estimulan a la gente a buscar guía en fuentes distintas de la ley. La insistencia en los derechos legales del individuo puede ser vista como asocial.

La jerarquía, al legitimar el uso del poder y la sumisión a la autoridad, es compatible con la corrupción y diametralmente opuesta a la rendición de cuentas por parte de los superiores.

El dominio y la armonía tienen efectos más ambiguos.  El primero, ligado a la autoafirmación, puede llevar a apoyar a quien defiende sus derechos, pero también a la explotación de los demás, una conducta contraria a los derechos legales y compatible con la corrupción. La búsqueda de armonía con el medio no es ni compatible ni incompatible con el estado de derecho.

Licht, Goldschmidt y Schwartz presentan evidencia empírica a favor de estas hipótesis, utilizando datos de medio centenar de países recopilados mediante la Schwartz Values Survey (SVS) y los indicadores de calidad de gobierno del Banco Mundial (WGI o Worldwide Governance Indicators). De las tres dimensiones, autonomía versus inmersión es la que surge como más estrechamente relacionada con la calidad de gobierno.

El Estado de Derecho y los Valores de Inglehart

Las dimensiones autonomía versus inmersión e igualitarismo versus jerarquía se traslapan con la de los valores de autoexpresión versus supervivencia de Inglehart (Schwartz, 2009, 2006). Además, igualitarismo versus jerarquía tiene aspectos en común con los valores racionales-seculares versus tradicionales de la perspectiva de la posmodernización.

No hay puntos de contacto entre las dos teorías en relación con armonía versus dominio, una dimensión de los valores culturales que solo parece captar el modelo de Schwartz y la única de las tres que no está vinculada con el desarrollo económico.

Para la teoría de Inglehart, en las etapas tempranas de la industrialización una sociedad se mueve desde los valores ligados a la autoridad tradicional hacia los asociados con la autoridad racional-secular (Figura 4). En la fase industrial avanzada, al entrar en la prosperidad y la economía basada en el conocimiento, se desplazan desde los valores de supervivencia hacia los de autoexpresión o emancipación (Inglehart y Welzel, 2005; Inglehart y Baker, 2000; Inglehart, 1997).

Figura 4 – Valores Enfatizados por Distintas Sociedades
según la Teoría de la Posmodernización de Inglehart

Valores Culturales de Inglehart
Fuente: José Eduardo Jorge (2017). Elaboración propia a partir de Inglehart, 1997, p. 82 Click en la imagen para agrandar

Con la creciente seguridad existencial, acentuada por el Estado de Bienestar, surgen en los individuos necesidades de orden superior, que trascienden la mera supervivencia. La educación, el acceso a la información y el trabajo posindustrial también estimulan el pensamiento y la independencia en la toma de decisiones. Se produce un alejamiento de todas las formas de autoridad.

La Figura 4 refleja estas dos grandes dimensiones de variación cultural en el mundo y los principales valores que engloban. El gráfico es una representación exacta de los dos componentes principales que emergieron de un análisis factorial realizado por Inglehart con los datos de 43 sociedades, recopilados entre 1990 y 1993 por la World Values Survey (Inglehart, 1997, p. 82).

Cada una de las cuatro orientaciones en los polos de estas dos dimensiones es un sistema de valores interrelacionados. Los valores de autoexpresión son un síndrome que enfatiza la libre elección, confianza generalizada, imaginación, activismo político, igualdad de género, aceptación de la diversidad, calidad de vida y cuidado del medio ambiente.

En el otro polo, donde la supervivencia es incierta, la prioridad es la seguridad económica y física. La diversidad y el cambio cultural se ven como amenazas, los extranjeros, como peligrosos intrusos que vienen a quitarmos el sustento propio. La gente se aferra a normas absolutas que dan previsibilidad a mundo incierto. Esto conduce a la intolerancia hacia grupos “diferentes”, a un énfasis en los roles de género tradicionales y a una cosmovisión política autoritaria.

El Mapa Cultural Mundial de la Figura 5 muestra la posición que ocupan los países en este modelo bidimensional según los datos de la onda 2010-2014 de la Encuesta Mundial de Valores.

Figura 5 – Mapa Cultural Mundial Inglehart-Welzel
Onda 6 – 2010-2014 de la Encuesta Mundial de Valores

Mapa Cultural Mundial Inglehart - Welzel
Fuente: Jorge, José Eduardo (2017): «Estado de Derecho y Valores Democráticos. Las Direcciones del Cambio Cultural», Question, 1(54), pp. 172-206. Elaboración propia a partir de http://www.worldvaluessurvey.org. Click en la imagen para agrandar

Teóricamente una sociedad seguiría en la Figura 5 la diagonal que va del vértice inferior izquierdo al superior derecho. En la práctica, su trayectoria también está influida por su tradición cultural.

Profundización de la Democracia: la Vigencia de los Derechos

El ascenso de los valores de autoexpresión transforma la modernización en un “proceso de desarrollo humano” que impulsa la “emancipación de las personas de la dominación externa” (Inglehart y Welzel, 2005: 149-72; Welzel, 2013: 278-306).

Un resultado es la emergencia o la profundización de la democracia. El aspecto central de la democratización es la emancipación y el “empoderamiento” de los ciudadanos, a través de los derechos civiles y políticos que garantizan su libertad de elección en sus acciones privadas y públicas.

Si la democracia se entiende -en forma minimalista- solo como elecciones regulares, las orientaciones de los ciudadanos pueden pesar menos que los acuerdos de elite. Los valores de autoexpresión influyen sobre los aspectos más “liberales” de la democracia, que se ven ampliados y profundizados cuando ésta avanza más allá del nivel de una “democracia electoral”. Esta tendencia se manifiesta en la “revolución de derechos” de décadas recientes.

El reconocimiento formal o legal de los derechos no asegura que éstos sean respetados y rijan en la realidad. Esto depende de las “prácticas institucionales en el tratamiento de las normas legales” (Welzel y Alexander, 2008, p. 9). El “estado de derecho” es la situación en la que tales normas se hacen cumplir. Sin ser un atributo exclusivo de la democracia, es imprescindible para hacer realidad los derechos nominales que ésta reconoce. “La democracia efectiva debe estar basada en el estado de derecho” (Inglehart y Welzel, 2005, p. 174).

El razonamiento se extiende a la transparencia institucional, pues “la corrupción de la elite viola el estado de derecho” y suele hacer inefectivos los derechos civiles y políticos (Ibíd., 9). La “integridad de la elite” refleja el grado en que ésta respeta los derechos de los ciudadanos. La debilidad del estado de derecho y la corrupción de la elite son rasgos distintivos de las democracias de baja calidad.

Los valores de autoexpresión “ayudan a cerrar la brecha entre la democracia nominal y la real al generar presiones para la integridad de la elite” (Ibíd., 10). Inglehart y Welzel han elaborado varias medidas de “democracia efectiva”, combinando índices de nivel de democracia, estado de derecho y corrupción percibida, para estudiar su relación con los valores de autoexpresión.

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José Eduardo Jorge (2017): Estado de Derecho y Valores Democráticos: las Direcciones del Cambio Cultural, Question ,1(54), pp. 172-206.
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Bibliografía

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